jueves, 28 de abril de 2011
Camino...
No recuerdo bien cuál fue el primero. Llovía, y se que no lo hice completo, sino que me incorporé en la cruz de la Varita. Desde el Santuario hacia esa Cruz iba en el coche de mi padre, en aquella por entonces una de mis primeras romerías de abril. Salió envuelta, en sábanas blancas y con el capote de camino, esa loneta azul en que sólo un rectángulo plastificado nos dejaba ver Su Cara, en ese momento tapada por unas telas de hilo blanco tejidas con el amor de su pueblo para Ella. Era una estampa atípica, fuera de lo común, puesto que lo normal hubiese sido vislumbrar su tez morena a través del plástico de su antiguo templete cubierto por el capote del agua. La Seguí por el camino, hasta llegar al pueblo. Una tarde de aguacero, con frío, tormentas y granizos que aumentaron la fe de todos los que acompañabamos a la Madre de Dios, yo por entonces de la mano de mi madre, que benditamente me inculcó el amor hacia Ella. Desde entonces no he faltado nunca. Siempre acompañé su caminar. Ahora llega de nuevo la hora y el nerviosismo de siempre recorre mi interior de la misma forma. Un año más...
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