lunes, 20 de febrero de 2012
La Espera
Y que hay mejor que una espera, cuando se sabe que desembocará en la dicha plena. Estos dos días que faltan para adentrarnos de lleno en el tiempo que más nos gusta tienen ese regusto personal de lo anhelado. Tras un año de espera llegan los días gozosos de las vísperas. Las noches de parihuelas, las tardes de cultos, las mañanas frescas de los últimos días del letargo gris en el que hemos estado sumidos un año entero. Estos días de este año más que nunca son deseados. Por tantos motivos, por la aguada del año pasado, por los soles que deseamos para este. Por la cera que no se consumió en su día, y que alumbrará al Señor en sus Cultos de Cuaresma. En menos de una semana Dios Mismo pisará un año más el frío mármol del Altar Mayor de su Parroquia. Bajará de su Camarín donde recibe el beso de su pueblo, un pueblo que sueña ya con los días esperados. La espera sigue su ciclo y le quedan pocas noches, pocos sueños, pocos despertares hasta que la gloriosa mañana se torne en repique de campanas, palmas y ramos para alabar con Hosannas al Hijo de Dios.
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