
Son tantos los días que soñé con tu llegada, que al acostarme deseé sentir esa temperatura que hace olvidar la manta que cubre el invierno para despertar un letargo de flores y aromas nuevos a brisa de un tiempo glorioso que queda por vivir. Ahora sé que me esperan unos días de ensueño, serán tres meses en los que quisiera disfrutarte cada noche, enamorarte para que te quedases conmigo de por vida. Serán noches que abrirán el paso racheao para devolvernos a esos días que también he soñado un año entero. En esas tardes calurosas que, paseando por la ciudad que conviertes en gloria, descubriré que bastan horas para perfumar sus calles, que sobran motivos para estar alegre. Que este tiempo es el que la sangre altera por llevarnos a una pasión que vive siete días y que dura un año entero. Esa sangre se mueve a galope tendido por mis venas desde que la primera flor del naranjo descubrió mi interés una tarde de Cuaresma paseando por la ciudad. Desde que su aroma embriagó mis sentidos sabía que no tardabas en llegar. Ahora has vuelto, y quiero que te quedes conmigo. Bienvenida a la Ciudad que te soñó impaciente.
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